Subía
los peldaños de la escalerilla del avión, pensando que ése sería el
último momento que pisara tierra firme en las siguientes ocho horas.
Después de atravesar la estrecha puerta delantera del aparato, una
sonrisa a una auxiliar de vuelo pegada, me invitó a pasar tras darme los
buenos días.
Dejé mi bolsa de mano en el compartimento superior y fastidiado comprobé que había alguien en el asiento de la ventana, el mío.
El
intruso, o mejor dicho, la intrusa era una chica joven de pelo liso y
rubio, que vestía una camisa roja, falda blanca hasta las rodillas y un
par de sandalias. La cara pálida y tensa, agitaba nerviosamente las
rodillas.
Antes de poder decir nada, ella se giró bruscamente al sentirse mirada por mí:
‘Hola, ¿este es tu sitio verdad? Perdona, pero es que verás, ¿te importaría cambiarme el sitio? Es que es la primera vez que vuelo, osea, que voy en un avión y tengo un poco de miedo, ¿se me nota un poco no? Je je. Bueno pues que si no te importa pues que me gustaría sentarme en la ventanilla para ver lo que pasa fuera y estar más tranquila, ¿no te importa no?’
‘Hola, ¿este es tu sitio verdad? Perdona, pero es que verás, ¿te importaría cambiarme el sitio? Es que es la primera vez que vuelo, osea, que voy en un avión y tengo un poco de miedo, ¿se me nota un poco no? Je je. Bueno pues que si no te importa pues que me gustaría sentarme en la ventanilla para ver lo que pasa fuera y estar más tranquila, ¿no te importa no?’
Respondí con un escueto ‘vale‘, acompañado de un ligero movimiento de hombros, y ocupé mi nuevo asiento.
‘Gracias, de verdad, es que si no… bueno ¿tú también es la primera vez que vuelas? Supongo que no ¿no?
‘No, vuelo bastante‘, contesté sin girar la cabeza y recé interiormente para que el avión despegase de una maldita vez.
‘Ah claro, ya decía yo que te veía muy tranquilo, porque yo estoy uff… además…’
El
repentino aumento de ruido y las vibraciones del motor, seguidas del
primer movimiento del avión lograron hacer callar a mi compañera de
asiento, que en vez de palabras utilizó mi brazo para canalizar su
nerviosismo, agarrándose a él con fuerza, mientras yo sentía cómo mi
paciencia se escapaba con cada respiración.
Ella
estaba mirando por la ventanilla con la vista fija en el cielo
infinito, escuchaba música con sus auriculares; ni siquiera se inmutó
cuando tome mi asiento de nuevo. Perplejo y aliviado, saqué un libro y
empecé a leer, hasta que mi lectura se mezcló entre sueños.
Desperté
un par de horas después o eso me pareció a mí. La primera mirada fue
lentamente hacia la derecha, donde un silencioso sollozo acompañaba las
lágrimas de mi acompañante, encogida y respirando rápidamente.
Incorporándome preocupado le pregunté la razón de su aflicción.
‘Es
que mientras dormías, ha habido unas turbulencias horribles y estoy
muerta de miedo, pero como antes he notado que te habías molestado, pues
no he querido despertarte.’
Un
sentimiento de culpa y lástima invadió mi mente y sin saber muy bien
qué decir, me disculpé y traté de tranquilizarla contándole entre bromas
y tonterías la historia ficticia de mi primer vuelo. Y mientras le
contaba mi relato, noté como se iba serenando e incluso mostraba alguna
preciosa sonrisa con alguna de mis payasadas…
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